A veces el corazón canta y el espíritu exulta. Así es cómo me sentí en el taller gratuito para algunos voluntarios de El
Campito. El Campito Refugio es el refugio más grande de la gran Buenos Aires y coloca unos 2.000 perros al año en nuevos hogares. Operan una política de sacrificios cero e intentan rehabilitar a los perros que les van llegando.
Hace algún tiempo había sugerido la posibilidad de dar una pequeña introducción a TTouch, y este año, mediante los buenos oficios de una amiga que es amiga del refugio, fructificó la idea y catorce voluntarios llegaron después del trabajo para pasar una tarde explorando TTouch. Trajeron 6 perros. El taller duró unas 3 horas por lo que hubo la posibilidad de repasar los tres pilares prácticos del Método TTouch.
Zorrito es ciego y tiene doble hernia discal. Desde la zona lumbar su espalda viraba hacia la izquierda y las patas traseras estaban muy abiertas formando casi una "A". Aceptó los TTouches pero el cambio más notable se produjo cuando se aplicó un vendaje. Los voluntarios aprendieron a poner un simple medio vendaje. Siempre advierto a las personas que asisten a los talleres que no deben esperar milagros instantáneos sino que el trabajo de TTouch requiere paciencia y perseverancia. En el caso de Zorrito, sin embargo, no fue así. En cuanto se puso el vendaje, se alineó la columna y las patas traseras se juntaron hasta que salían directamente de la cuenca de la cadera.
Luego llegó el premio psicológico. Debido a su ceguera y posiblemente a su condición física, antes de que se le pusiera la venda, Zorrito no estaba dispuesto a salir de entre las piernas de su cuidador. Con la venda puesta, empezó a explorar la sala y más tarde fue capaz de negociar el laberinto y las superficies con tranquilidad.
Cuando llegó Blin Blin llamó la atención de todos porque temblaba como una hoja. Tenía un repertorio amplio de señales de calma y las usó en abundancia. Como daba tanta pena a los participantes, muchos querían practicar sus nuevos conocimientos de trabajo corporal con él, pero tanta atención simplemente lo desbordaba, así que les pedí que trabajaran con Samsón e Isaura que estaban más relajados. Una vez solos en un rincón, Blin Blin
permitió que Alejandra hiciese algunos movimientos circulares por todo el cuerpo.
Poner la venda pudo haber sido difícil, pero la ansiedad y nerviosismo de
Blin Blin nos brindó la oportunidad de demostrar la importancia de trabajar al paso que puede aceptar el animal. Seguimos el proceso de introducir la venda pasito a pasito, como si estuviéramos trabajando con un gato, dando al perro tiempo y espacio suficientes para procesar lo que estábamos haciendo. Después de unos 20 minutos el vendaje estaba en su sitio y experimentamos la alegría de ver cómo la postura y el lenguaje corporal de Blin Blin iban cambiando paulatinamente: dejó de templar; la cola salió de entre las patas; dejó de levantar la pata delantera y la mirada estaba más confiada. Dejamos de observarlo y cuando se sentía dispuesto Blin Blin empezó a explorar la sala más allá del rincón donde se había refugiado hasta ese momento.
Albert padece parálisis en los cuartos traseros. En su vida anterior a la entrada en el refugio había sido el perro de una fábrica o alguna obra. Después de una accidente, los rabajadores hicieron lo mejor que supieron para cuidarle las heridas pero, para hacerlo, tuvieron que sujetarle los hombros. La secuela de ello es que ahora es muy sensible en esa zona del cuerpo. Trabajando con atención su cuidadora pudo hacer algunos TTouches sobre los hombres y el pitón sobre las patas delanteras para intentar aliviar la tensión que se acumula ahí debido a la parálisis en la zona posterior. Los voluntarios también experimentaron con diferentes configuraciones de vendajes para aliviar el cuello y los hombros.
Normalmente Albert se desplaza con el uso de unas ruedecitas, pero está lleno de vida y dispuesta a todo. La experiencia más interesante con él fue que pudo ponerse de pie y soportar peso sobre las patas traseras cuando caminó sobre ciertas superficies, notablemente el pasto artificial.
Otro caso interesante fue el de Balti, un pequinés que también había sufrido parálisis posterior tras un accidente. Ahora puede caminar de nuevo pero de vez en cuando le fallan las patas traseras y hay que ayudarlo a levantarse de nuevo. Una vez más el vendaje fue la clave y Balti nos enseñó la gran diferencia que pueden producir los pequeños cambios. Cuando se puso el medio vandaje, Balti no quería caminar. Sin embargo, cuando se llevó la parte posterior del vendaje más hacia atrás, se levantó y se puso a andar. Parece que el vendaje le llamó la atención del sistema nervioso a esa zona del cuerpo.
Una de los cuidadores de Balti había constatado en su propio cuerpo lo incómodo que es llevar un collar alrededor del cuello, de manera que ¡no le resultó difícil aceptar la idea de que otra configuración sería mucho mejor opción!
La breve sesión de trabajo de pista nos dio la oportunidad de demostrar y practicar la técnica de la correa de equilibrio. Con unos 750 perros en el refugio en la actualidad y un presupuesto limitado, es poco probable que el refugio pueda comprar arneses y correas, así que la correa de equilibrio es una alternativa más que viable. A pesar de la brevedad de la sesión, los voluntarios pudieron darse cuenta de que esto es una herrramienta muy valiosa que podrán utilizar porque el refugio goza de una amplia base de voluntarios y consiguen sacar a los perros a pasear. Esta técnica debería permitir que ayuden a los perros a conseguir un mejor equilibrio físico que a su vez ejercerá una influencia positiva sobre el bienestar emocional de los animales del refugio.
Si hay una recompensa en la enseñanza de este trabajo es poder ver cómo los animales individuales se benefician directa o indirectamente de las técnicas que los participantes aprenden en los talleres. En este caso los cambios fueron tan evidentes que los voluntarios se marcharon entusiasmados y con ganas de aprender más en el futuro.
© Mary J. Rodriguez 2013