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A finales de agosto Miranda fue esterilizada. Siendo
una perrita tan nerviosa resultó no ser fácil la anastesia pero la intervención
se hizo con éxito. De hecho la
veterinaria dijo que fue providencial porque tenía el útero y los ovarios
inflamados y posiblemente habría sido necesario realizar esta operación en
algún momento futuro.
Miranda saliendo de la anestesia |
La traje a casa todavía medio dormida pero
volvió en sí durante el viaje y permaneció tranquila. Con su collarín inflable puesto la dejé
tumbada en su camita. A las 24 horas estaba completamente recuperada, comiendo
y totalmente activa. A las 48 horas, sin embargo, vi un rastro de fluido teñido
de sangre por la casa. No me preocupé
porque cierta pérdida es normal.
Pronto me percaté de una circunstancia con la
que no había contado - el instinto maternal de Ophelia, que se esmeraba en
querer mantener limpita a su hija lamiéndole la herida. Miranda, por su parte,
aceptaba de muy buen grado estas atenciones y hasta las buscaba porque con el
collar puesto no podía alcanzar la herida ella misma, pero sobre todo porque me
imagino que ya empezaba a sanar la herida y le picaba. Su estrategia era tumbarse patas arriba o
levantar la pata para facilitar el acceso.
Sin embargo no me hizo mucha gracia este
desarrollo porque me di cuenta de que faltaba un punto de sutura y la herida estaba un poco abierta. Ya
había empezado a aplicar la arcilla verde para secar la herida y mantenerla
sana y libre de patógenos, así que dupliqué los esfuerzos en ese sentido.
Además, intenté mantener a Miranda aislada cuando no podía vigilar de cerca lo
que estaba ocurriendo. Esto no era fácil
y me partía el corazón porque está muy "enmadrada" y le gusta la
compañía de Sasha. Otro inconveniente de esta pérdida de fluidos fue que olía
como si estuviese en celo, de manera que a
Sasha le interesaba mucho.
Después del fin de semana opté por llevarla a
la veterinaria para que viese el estado de la herida - tarea harto dificil
debido al carácter tan nervioso de Miranda.
No quería que la tocase y se retorcía.
Aquí pude experimentar de nuevo la eficacia de TTouch. Empecé a hacer
TTouch por todo el cuerpo, pero sobre todo tortuga a la altura de los hombros,
de manera que se tranquilizó y la veterinaria pudo examinar la herida e incluso
tocarla. Como estaba muy sana, decidimos seguir con el régimen empleado hasta
ese momento.
¿Será lo suficientemente grande? |
Lo que sí decidimos hacer fue cambiar el
collarín porque el de tamaño pequeño (10cm) le quedaba bien pero, al intentar
llegar a la herida, el borde podía rozar el abdomen. La talla siguiente es de
15cm de manera que le queda muy amplia.
Al principio le costó trabajo ajustar sus andares a ese trasto tan
grande que tropezaba con los escalones y cualquier otro obstáculo, pero después
de unas horas lo había conseguido: ya medía mejor las distancias y las alturas.
Fue gracioso verla caminar porque se balanceaba la cabeza de un lado para otro
como esos perritos de juguete que mucha gente lleva en la bandeja posterior del
auto.
Para darle un poco de descanso en los momentos
en que la podía tener bajo vigilancia, le quitaba el collarín
"isabelino" y le ponía el collar inflable de Kong. El tamaño pequeño
lo compré para las gatas pero sirvió perfectamente.
La estrategia siguiente fue hacer una sesión de
TTouch por las tardes. Con los ttouches Miranda se relajaba por completo de tal
manera que se ponía patas arriba, lo cual me daba la oportunidad de examinar
bien la herida y aplicar la arcilla verde dentro de la misma y alrededor de
ella. Estaba sanísima y cada día se cerraba más.
A fin de evitar las atenciones maternas durante
la noche hicimos una "chaquetita" de algodón, amplia para que no
rozase el abdomen, pero ¡Miranda tiene parentesco con Houdini! Funcionó muy bien hasta que descubrió cómo quitarla
(Todavía no sé cómo logró sacar las 4 patas).
Luego, al día siguiente, consiguió quitar el collarín y tardé todo un
día en encontrarlo ¡porque estaba debajo de un arbusto en el jardín!
La selección de sustancias de zoofarmacognosis
fue muy interesante. Durante las
primeras 48 horas seleccionó primordialmente aceites para el dolor como la
gaulteria y el abedul. También mostró interés por el aceite de rosa.
A partir de entonces cambió su preferencia y
empezó a elegir aceites relajantes y otros relacionados con el sistema hormonal
femenino: lavanda, geranio, salvia clarea y rosa. En cuanto a la rosa mostró
una preferencia clara por el aceite esencial (Rose Otto) dejando el absoluto de
rosa en segundo lugar.
Aproveché la situación para experimentar con
algunos de los aceites adquiridos en Argentina y Uruguay. Seleccionó el aceite
de copaíba que tiene propiedades antisépticas, anti-inflamatorias y cicatrizantes.
El otro gran favorito fue el aceite de carobá del Uruguay que también es bactericida,
antiséptico y anti-inflamatorio. A
partir del segundo día de ofrecer estos aceites éste es el que prefería. Realmente
hay que reconocer que la naturaleza es verdaderamente sabia.
Miranda durante varios días también aceptó
ingerir aceite macerado de hipérico, lo cual no es de extrañar ya que el
hipérico combate el dolor y en términos homeopáticos es el remedio por
excelencia para las heridas quirúrgicas y para heridas con daño neurológico. Por lo tanto, le di también hipérico
homeopático 30CH. A los pocos días dejó de tomarlo y esto coincidió con la
sanación casi completa de la herida.
La conclusión de esta experiencia es que me
alegro sobremanera de poder contar con estas dos terapias, TTouch y
zoofarmacognosis, que han contribuido a eliminar dificultades de manejo,
tranquilizar y sanar la herida.
© Mary J. Rodríguez
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